Marchamos a la comarca del Berguedà para vivir una nueva aventura en las profundidades de la tierra. Nos adentraremos en la Bòfia de la Boixadera, también conocida como de Sant Jaume, una enorme cavidad dividida en dos salas, que si bien no tiene concreciones muy vistosas, sí todo lo que se requiere para disfrutar de una buena jornada de espeleología en familia. Es un buen lugar para iniciar a los niños en esta actividad, si bien requiere dosis de prudencia y sentido de la orientación, aunque en esto último nos ayudarán algunas marcas pintadas en las paredes de la cueva. Para visitarla deberemos llevar buena iluminación, casco, guantes, algún cordino o cuerda y ropa de recambio, porque en esta ocasión nos pondremos de barro hasta las cejas. La cueva se halla situada en el municipio de Montmajor. Desde Berga seguiremos la C-26 en dirección a Solsona hasta pasar el pequeño pueblo de L'Espunyola (si venimos de Barcelona nos podemos salir en Gironella/Caserres y continuar hasta el pueblo). Una vez pasada esta localidad, aproximadamente un kilómetro más allá y antes de llegar al restaurante Cal Majoral, nos desviaremos a la derecha por una pista asfaltada donde un indicador señala hacia la Vall d'Ora. Seguimos esta pista durante 4 km hasta alcanzar un punto donde se acaba el asfalto, frente a la Casa Gomira, lugar donde aparcamos.
Tiempo de aproximación a la cueva: 15 minutos
Tiempo en el interior: 2 horas 30 minutos
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Mapa de la ruta - ICC |
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Plano de la cueva - Fuente: espeleoindex |
Comenzamos a caminar por la pista de tierra que queda frente a la casa y donde en una roca hay pintada la palabra "cova". Descendemos unos metros hasta que esta pista hace un pronunciado giro a la derecha, punto en el que seguimos hacia la izquierda por un camino que nos conduciría hasta la ermita de Sant Jaume. Unos metros más adelante, a nuestra derecha sale un amplio sendero cerrado por un cable metálico por donde nos desviaremos hasta llegar a la altura de un evidente hito de piedras que encontraremos a la derecha del camino, donde comienza un senderito que, unos diez o quince metros más allá, nos lleva hasta la boca de la cueva.
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Casa Gomira |
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Nos desviamos por este sendero |
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Hito que marca el desvío hacia la cueva |
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Entrada a la cavidad |
Una vez frente a la amplia entrada, empezamos a equiparnos y a preparar el material. Nos colocamos los cascos, los impermeables y los guantes y comenzamos el descenso lentamente, destrepando por los grandes bloques de piedra, bajando unos quince metros. Una vez abajo, a nuestra izquierda hay una diminuta abertura marcada con una flecha blanca por donde nos colaremos a la primera de las salas que visitaremos. La gatera tiene apenas 30 cm de altura por unos 50 cm de ancho y una profundidad de metro y medio, así que para pasar al otro lado nos tocará arrastrarnos.
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Erik iniciando el descenso |
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Bajando por los bloques de piedra |
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Llegando al final de la entrada |
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Acceso a la sala de la izquierda |
Uno a uno vamos cruzando la gatera y pasamos al otro lado. Lo primero que encontramos frente a nosotros es una acumulación de bloques de piedra de casi dos metros de altura. El techo de la sala es plano y de él cuelgan un grupo de murciélagos repartidos por toda la sala. El suelo está lleno de barro y heces de estos mamíferos voladores. A nuestra derecha hay una pequeña charca y un poco más arriba, en un hueco, un belén con las figuras un poco maltrechas.
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Erik arrastrándose por la gatera |
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A Jan le cuesta menos... |
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...y a la madre un poco más |
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Bloques de piedra a la entrada |
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Charca de agua con una pequeña colada |
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Unos murciélagos durmiendo |
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Otro un poco más gordo |
Los bloques de piedra los podemos superar bien trepando por ellos o bien por una pequeña abertura que veremos a nuestra derecha. Yo trepo y la familia cruza por debajo y entramos en la primera de las salas, conocida como el Baño de la Princesa. Procuramos no hacer mucho ruido y no molestar a los murciélagos que allí descansan, aunque alguno ha notado nuestra presencia y ha alzado el vuelo, buscando quizás algún rincón más tranquilo. La sala no está muy decorada, sólo numerosas y pequeñas estalactitas cuelan del techo. Una charca de agua, que quizás es la que da nombre a la sala, se extiende a nuestros pies.
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Pasando al otro lado de los bloques |
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Erik junto a unas pequeñas estalactitas |
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Pequeñas estalactitas en la sala del Baño de la Princesa |
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Detalle de estas pequeñas concreciones |
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Jan tocando las estalactitas |
Avanzamos por encima de unos bloques y llegamos a la parte más profunda de esta sección de la cueva, hasta la Sala de las Campanas. Su nombre proviene de las estalactitas que cuelgan del techo, grandes pero de corto tamaño, que suspendidas parecen imitar unas campanas. La sala cuenta también con pequeñas estalactitas, alguna colada y unas pocas estalagmitas de amplia base y escasa altura. En la parte central de la sala, a los pies de una enorme campana, hay una bonita charca de agua cristalina.
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Sala de las Campanas |
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Agachados en una zona llena de pequeñas estalactitas |
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Enorme estalactita |
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Detalle de otra de ellas |
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Otra "campana" |
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Un servidor junto a una de las campanas |
Tras visitar esta sección regresamos por los bloques de piedra, pasando por debajo de los murciélagos que cuelgan del techo. Una observación: los murciélagos no atacan a los humanos. Debemos respetarlos ya que hemos invadido su hábitat y procurar hacer el menor ruido posible para no molestarlos. Obviamente hay que olvidarse de ese tipo con chancletas de la tele que agarra cada bicho que se encuentra e intentar imitarlo, entre otras muchas cosas porque el murciélago puede defenderse asustado, morderte y transmitirte la rabia.
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Regresando a la gatera superando los bloques de piedra |
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Los murciélagos cuelgan tranquilos ajenos a nosotros |
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Nos colamos por la abertura para superar el primer tramo de bloques |
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Vaya par de Tadeos Jones |
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Erik abandonando la sala por la gatera |
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Y la madre, cerrando el grupo |
Una vez fuera seguimos la galería unos metros hasta llegar a una nueva acumulación de bloques que tendremos que descender. En este punto hay un escalón de un par de metros, que si bien para un adulto no presentaría mucha dificultad siempre y cuando se haga con precaución para evitar resbalar, para los peques sí. Ato un cordino a una roca para que puedan bajar (y posteriormente subir) y les ayudo a descender.
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Tramo de bloques que hay que destrepar |
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Atando un cordino a una roca... |
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...y ayudando a la tropa a bajar |
Una vez abajo continuamos por la galería que se estrecha un poco. Para acceder a la segunda sección de la cavidad hay que atravesar un paso estrecho que encontraremos a nuestra izquierda y que, en zig zag y teniéndonos que contorsionar un poco, nos adentrará en la sala más grande de la cueva: la Sala del Honor.
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Llegando al final de la galería |
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Debemos pasar por esta abertura |
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Y agacharnos un poquito |
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La madre cierra el grupo... |
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...y entra en la Sala del Honor |
Lo primero que debemos hacer al entrar en la Sala del Honor y antes de maravillarnos por sus enormes dimensiones es fijarnos en la marca roja en forma de H que hay junto al hueco por el que hemos accedido a la sala. Es nuestra referencia que nos permitirá saber por donde debemos regresar. Junto a la marca hay una flecha roja para acceder a la parte superior de la sala, trepando los bloques de piedra que se acumulan en esa zona.
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Jan iluminando la sala |
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Gota a gota se forman las concreciones |
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Y este es el resultado |
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Subiendo entre los bloques de piedra |
Ascendemos entre los bloques hasta la parte superior de la Sala del Honor. Lo que llama la atención, además de sus dimensiones, es la gran losa de piedra que hay en el techo y que abarca toda la cueva. En esta zona no hay concreciones que destacar, por lo que bajamos nuevamente por los bloque para seguir explorando la cueva.
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Mis tres espeleólogos en la Sala del Honor |
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Erik explorando la parte superior de la Sala del Honor |
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Jan bajando por los bloques |
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Un solitario murciélago |
Tenemos que descender ahora por una zona algo resbaladiza donde hay un viejo cordino al que podemos agarrarnos y que será otra referencia que tendremos dentro de la cueva. En la pared de la derecha (en bajada) hay pintados unos números de color blanco. Aunque no nos vamos a perder, es bueno tener referencias para evitar desorientarnos y ponernos nerviosos si no conocemos la cueva.
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Erik sujetando el viejo cordino |
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Bajando entre los bloques de piedra |
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Con "Tadeo Jan" buscando el centro de la tierra |
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A veces es conveniente bajar "culeando" |
Llegamos por fin a la parte más profunda de la cueva donde el techo y el suelo se unen. Es la zona conocida como la Plaça de les Bruixes. Lo más bonito de esta parte son los pequeños gours, concreciones en forma de presa que se desarrollan por el curso continuo de agua en una zona con pendiente, formando pequeñas charcas de agua cristalina llenas de perlas, pequeñas piedrecitas que se forman cuando la calcita cristaliza alrededor de una impureza que le hace de núcleo.
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Los peques observando los gours |
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Gours |
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Los estanques llenos de perlas |
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Bonita colada |
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Explorando la Plaça de les Bruixes |
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Más gours |
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Una foto al guía de la excursión |
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Otra imagen de estos bonitos gours |
Abandonamos la Plaça de les Bruixes y regresamos desandando nuestros pasos. Subimos nuevamente los bloques de piedra y llegamos hasta la pendiente por la que habíamos bajado antes ayudándonos del viejo cordino. Por fin alcanzamos la parte superior y buscamos hacia la derecha las marcas rojas que señalan la salida de la Sala del Honor.